Hay algo en una consulta de psicología que no se enseña en ninguna facultad y que todos los psicólogos sabemos que es el responsable de un porcentaje altísimo del éxito de la terapia: nuestra relación con lo invisible. Con “lo invisible” me refiero a la intuición, la inocencia, la complicidad, la imaginación, lo no verbal, las miradas, la intención, la sinceridad, la honestidad, el respeto, la aceptación incondicional y una larga lista de elementos de este tipo.
Se suele decir, simplificando y a nivel didáctico que el cerebro está dividido en dos hemisferios, dos lugares con funciones y características muy diferentes. Vamos a conocerlos como si de dos países se tratase:
- El hemisferio izquierdo: es un lugar disciplinado, ordenado, lógico, el hogar de grandes matemáticos. En él se maneja la lógica y los datos de una forma increíble y casi infinita, pero por otra parte en él se inhiben las emociones, nadie es capaz de entenderlas aquí, lo irracional y los matices no tienen cabida, aquí es todo blanco o negro. La lengua oficial en este lugar es el lenguaje verbal (solo las palabras, no el tono o la forma de la voz) y todo lo que pasa es siempre consciente y público, los secretos están prohibidos.
- El hemisferio derecho: es un lugar puramente emocional, irracional, empático, compasivo, pura intuición. En este lugar de lo invisible reside la ilusión, la imaginación, lo metafórico; el “duende”, las musas y la experiencia espiritual son sus habitantes más ilustres. Aquí gusta improvisar, salirse de lo establecido y se vive en el más absoluto ahora, por lo que no se tiene sentido del tiempo. Las emociones son libres y se manifiestan florecientes en sus jardines repletos de lagos llenos de lágrimas. La lengua oficial en este lugar de lo invisible es una mirada, un gesto o una sensación, la temperatura y las caricias aquí son un tesoro nacional al igual que cualquier cosa no verbal. Aquí nada se sabe directamente, ya que se valora mucho la metáfora y “lo secreto intuido pero no conocido”.
Éste será el primero de una serie de artículos que tratarán sobre el rico universo del hemisferio derecho, de lo invisible. A estas alturas muchos os habréis dado cuenta de una paradoja: no se puede explicar con palabras lo que no se vive de una forma lógico-verbal, así que mi consejo es que, aunque intentaré siempre mostrar el cariz científico, simplemente os dejéis llevar.
Para empezar nos comenzaremos a introducir en una de las culturas que más han sabido cultivarlo: la japonesa.
Si alguna vez viajas a tierras del sol naciente y ves un arco rojo en medio del bosque, de un jardín, en medio del mar o en cualquier recóndita esquina de la ciudad se trata de una torii. Es el lugar (i) donde los pájaros (tori), que son mensajeros de los espíritus de los invisible (kamis), se posan. Esto quiere decir que allí hay presencia de lo sagrado. Cuando pasas una torii pasas a una dimensión diferente, donde las reglas de la razón no valen, donde el silencio dice más que las palabras. Allí el hemisferio derecho está totalmente activo, el subconsciente a flor de piel y sólo existe el ahora, ni el pasado ni el futuro. Al otro lado de las torii es el lugar perfecto para sentir el suelo en tus pies, el viento en tu piel, el sonido de las hojas y el color de tu respiración. Es una experiencia que se vive de una manera muy profunda y especial y que es complicado explicar con palabras.
Los últimos estudios científicos en la universidad de Yale, de la UCLA y de muchas más universidades e instituciones de todo el mundo acerca de las consecuencias en el cerebro de realizar estas prácticas y fomentar estos estados revelan unos beneficios increíbles relacionados con la mejoría de muchas enfermedades mentales, pero también en las relaciones neuronales, la empatía, el estrés y la sensación de felicidad.
En siguientes artículos de la serie sobre lo invisible comentaremos más casos culturales y también cotidianos para entrenar ese lado del cerebro tan apasionante como desconocido.
Cerramos este primer artículo con una frase del autor de “El principito”, Antoine de Saint-Exupéry:
“Lo esencial es invisible a los ojos”
Josué Gómez Villegas
Nº Colegiado: M-23241